Un traductor de Shakespeare, ¿es tan genio como él?

La traducción es un ejercicio que requiere de equilibrio y fidelidad: equilibrio con las lenguas de partida y llegada del texto, así como fidelidad al texto original. Dicho esto, la labor de todo traductor se centra en que las obras traducidas no sean simplemente una “traducción”, sino que suenen lo más natural posible. Esta labor se hace aún más rigurosa y exigente si se trata de un autor clásico como William Shakespeare. Pero, ¿por qué es tan difícil traducir sus obras?
En primer lugar, a pesar de su fama como dramaturgo, Shakespeare era un poeta. Sus composiciones poéticas eran expresadas en pentámetros yámbicos, patrón de poesía en inglés en el que el ritmo lo determinan pequeños grupos de sílabas, lo que le da al poema una precisión matemática y una sonoridad extraordinarias:
ta TA / ta TA / ta TA/ ta TA/ ta TA
Shall I/ comPARE/ thee TO/ a SU/ mmer’s DAY?
En español, traducir la auténtica voz lírica del autor ha representado todo un reto ya que el idioma maneja otra métrica y puede dar como resultado una composición forzada y carente de fluidez. Sin embargo, algunos traductores han optado por utilizar otros tipos de métrica tales como el endecasílabo (verso de 11 sílabas) el alejandrino (14 sílabas), hexámetros dactílicos (17 sílabas) o el verso libre, como forma de actualización del original. ¡De genios debe ser lograr una sonoridad y un significado parecidos!
That time of year thou mayst in me behold,
When yellow leaves, or none, or few do hang
Upon those bought which shake against the cold,
Bare ruin’d choir, where late the sweet birds sang.
Puedes mirarme en pasados momentos del año, ya idos,
cuando amarillas las hojas, ya mustias, las menos, ninguna,
cuelgan aún tiritando en la rama, muriendo de frío,
coro ruinoso, derruida capilla sin aves ni cantos.
En segundo lugar, en sus obras teatrales, la materia literaria, filosófica y emocional de sus personajes transciende en el tiempo y llega hasta nuestros días para revelarnos las pasiones más profundas dadas en el ser humano. Sus obras son energía en potencia que cobran vida por sí mismas. En consecuencia, el traductor debe reproducir dichos esquemas de naturaleza humana sin que suenen ambiguos o anticuados.
Por lo tanto, la complejidad de aquel que traduce a Shakespeare radica en escoger entre mantener la unidad rítmico-expresiva tan precisa de sus versos o enfocarse en la intención, ambigüedad e ironía de sus obras, para capturar la esencia y darle al texto un sentido y ritmo contemporáneos.
¿Qué harías tú como traductor si tuvieras que elegir entre una u otra?
He ahí la cuestión. El traductor debe ser un intérprete artístico responsable de crear un espectáculo que se enmarque en el aquí y el ahora, no en el escritor de hace cuatrocientos años atrás. La labor del traductor se basa por consiguiente en darle vida de nuevo a un texto de partida.
Para concluir, si pensamos en un autor como William Shakespeare, la labor traductora debe ser tenida en cuenta como proceso de creación y no re-creación, en el que el traductor es un autor original capaz de crear un vehículo de comunicación que provoca el mismo efecto vivo y exquisito hallado en el original.
Humberto Vásquez Licenciado en Lenguas Modernas Español – Inglés Máster en Estudios de Traducción Profesional colaborador de Crockley Business Communication